A veces estamos demasiado dispuestos a creer que el presente
es el único estado posible de las cosas.
Marcel
Proust
El pasaje subsiste en las ciudades,
de una calle a otra se puede acortar (o alargar) camino pasando por ellos.
Subsiste en lo laberíntico y en la multiplicidad de vías, unas principales
otras al margen de la centralidad, pero dentro del centro.
Un paréntesis del tiempo espacio, un
desvío, un túnel temporal. Pasaje y pasado, cuánto de común tienen, cuanto de
suspensión, detenimiento en uno y de inevitablemente perdido en el otro.
El tránsito por ellos puede ser un
impensable escape dentro de la ciudad totalitarizada por el progreso a
ultranza, la velocidad y la vigilancia. Puede ser una experiencia de ruptura de
mundos y tiempos.
En este escenario de laberinto
presento mi reflexión acerca del tiempo, la materia, los objetos, la ciudad
como dispositivos en común de dos épocas de cambios, una de las cuales fue
testigo del inicio de estos cambios que nunca se han detenido y la presencia de
alguien como Walter Benjamin quien supo ver la ciudad como un lugar de
multiplicidad de tiempos y objetos que pueden trizar el presente. La otra
época, la de mis condiciones de existencia, en una ciudad que ya no me
pertenece por políticas de progreso y transportes, que reconfiguran sin parar
los desplazamientos y la capacidad de visualizar su espacio.
Tienda 'Figurines'
Una economía cuya condición de
existencia produce una tienda de revistas y figurines o moldes para
confeccionar ropa uno mismo, tiendas asociadas las de venta de tela por metros.
El público compuesto por dueñas de casa, modistas, novias, sastres visitan una
tienda llamada "Figurines" que se encuentra en un pasaje
característico por haber albergado tiendas muy especiales como una fábrica de
muñecas "dormilonas" y "peponas", y otra de venta de
pollitos (vivos) del día, en la década de los 80. De todas subsiste la tienda
de revistas y moldes, entre tiendas de importaciones ultrabaratas y marcadas
por la presencia de inmigrantes que trabajan como promotores, que entregan
volantes sólo a hombres. Esta se encuentra en la esquina de San Antonio y
Merced. El pasaje forma un ángulo y sale a ambas calles.
Esta tienda permanece por
romanticismo y cariño, ya que sus dueños no conocen de ganancias ni de clientes
numerosos, como antes.
La tienda es amplia, no justifica
su tamaño la presencia de revistas en vitrinas y ejemplares de tejidos o
recetas en algún estante. Es un lujo la presencia de unos murales pintados por
un artista que tal vez tenga su obra en algún otro edificio perdido. Las
escenas retratan ciudades italianas como recuerdo de la nacionalidad del dueño.
Hay un asiento circular acolchado de cuero rojo oscurecido por el uso, otro
lujo que se justificaba cuando la antigua y numerosa clientela buscaba modelos y tallas para
comprar. El letrero de acrílico amarillo
con letras rojas, encendido sólo algunos días indica: Figurines. Stela. Moldes.
Entrar a esta tienda hace años era
una experiencia casi normal, estaba bien encontrar un lugar que vendiera
revistas, pero ahora se transformó en una rareza, y re descubrir los elementos
que no calzan con esta velocidad y condiciones de existencia actuales, me hacen
creer en los túneles del tiempo.
Voluta
En la construcción de la línea 3
del metro, hay en la calle Bandera con Catedral, un espacio que se está
horadando con grandes maquinarias. Alrededor hay lugares a medio abandonar, que
se caen lentamente, no resisten una especie de fragilidad contigua al derrumbe.
Donde había un local, resisten colgando de un hilo, una voluta en relieve y la
caja de un letrero de acrílico donde sólo hay un porta tubo fluorescente que
iluminó algun tipo de comercio. Ropa usada tal vez.
Se me configura como una
conjunción de arte-técnica, relieve arquitectural en un status de imitación y
pastiche, como voluta de torta de bodas, blanqueada con pintura al agua y un
residuo de iluminación que tras un acrílico servía como promoción de ropa casi
nueva.
El estado de inoperancia estética
y técnica desencaja estos dispositivos dejándolos como jirones temporales, que
cuelgan en una tierra de nadie, esperando la disolución completa.