martes, 25 de octubre de 2016

Pasaje en el tiempo


A veces estamos demasiado dispuestos a creer que el presente es el único estado posible de las cosas.
Marcel Proust

El pasaje subsiste en las ciudades, de una calle a otra se puede acortar (o alargar) camino pasando por ellos. Subsiste en lo laberíntico y en la multiplicidad de vías, unas principales otras al margen de la centralidad, pero dentro del centro.
Un paréntesis del tiempo espacio, un desvío, un túnel temporal. Pasaje y pasado, cuánto de común tienen, cuanto de suspensión, detenimiento en uno y de inevitablemente perdido en el otro.
El tránsito por ellos puede ser un impensable escape dentro de la ciudad totalitarizada por el progreso a ultranza, la velocidad y la vigilancia. Puede ser una experiencia de ruptura de mundos y tiempos.
En este escenario de laberinto presento mi reflexión acerca del tiempo, la materia, los objetos, la ciudad como dispositivos en común de dos épocas de cambios, una de las cuales fue testigo del inicio de estos cambios que nunca se han detenido y la presencia de alguien como Walter Benjamin quien supo ver la ciudad como un lugar de multiplicidad de tiempos y objetos que pueden trizar el presente. La otra época, la de mis condiciones de existencia, en una ciudad que ya no me pertenece por políticas de progreso y transportes, que reconfiguran sin parar los desplazamientos y la capacidad de visualizar su espacio.

Tienda 'Figurines'
Una economía cuya condición de existencia produce una tienda de revistas y figurines o moldes para confeccionar ropa uno mismo, tiendas asociadas las de venta de tela por metros. El público compuesto por dueñas de casa, modistas, novias, sastres visitan una tienda llamada "Figurines" que se encuentra en un pasaje característico por haber albergado tiendas muy especiales como una fábrica de muñecas "dormilonas" y "peponas", y otra de venta de pollitos (vivos) del día, en la década de los 80. De todas subsiste la tienda de revistas y moldes, entre tiendas de importaciones ultrabaratas y marcadas por la presencia de inmigrantes que trabajan como promotores, que entregan volantes sólo a hombres. Esta se encuentra en la esquina de San Antonio y Merced. El pasaje forma un ángulo y sale a ambas calles.
Esta tienda permanece por romanticismo y cariño, ya que sus dueños no conocen de ganancias ni de clientes numerosos, como antes.
La tienda es amplia, no justifica su tamaño la presencia de revistas en vitrinas y ejemplares de tejidos o recetas en algún estante. Es un lujo la presencia de unos murales pintados por un artista que tal vez tenga su obra en algún otro edificio perdido. Las escenas retratan ciudades italianas como recuerdo de la nacionalidad del dueño. Hay un asiento circular acolchado de cuero rojo oscurecido por el uso, otro lujo que se justificaba cuando la antigua y numerosa  clientela buscaba modelos y tallas para comprar.  El letrero de acrílico amarillo con letras rojas, encendido sólo algunos días indica: Figurines. Stela. Moldes.

Entrar a esta tienda hace años era una experiencia casi normal, estaba bien encontrar un lugar que vendiera revistas, pero ahora se transformó en una rareza, y re descubrir los elementos que no calzan con esta velocidad y condiciones de existencia actuales, me hacen creer en los túneles del tiempo.

Voluta
En la construcción de la línea 3 del metro, hay en la calle Bandera con Catedral, un espacio que se está horadando con grandes maquinarias. Alrededor hay lugares a medio abandonar, que se caen lentamente, no resisten una especie de fragilidad contigua al derrumbe. Donde había un local, resisten colgando de un hilo, una voluta en relieve y la caja de un letrero de acrílico donde sólo hay un porta tubo fluorescente que iluminó algun tipo de comercio. Ropa usada tal vez.
Se me configura como una conjunción de arte-técnica, relieve arquitectural en un status de imitación y pastiche, como voluta de torta de bodas, blanqueada con pintura al agua y un residuo de iluminación que tras un acrílico servía como promoción de ropa casi nueva.
El estado de inoperancia estética y técnica desencaja estos dispositivos dejándolos como jirones temporales, que cuelgan en una tierra de nadie, esperando la disolución completa.